Apuntando a la diana: June 2005

Tuesday, June 14, 2005

ya, ok ok

Ok. He vuelto a la normalidad (es decir, ya pasó una de las pruebas grandes q tengo en estos días) aunque sigo pensando q la vida es un poco ingrata con uno muchas veces cof cof.

Pueden volver a llamarme o contactarme vía MSN sin peligro para su integridad (el q sabe, sabe ;) )

Encontré un link donde salen puros textos antiguos (sin problemas de derecho de autor o algo por el estilo) así que apenas tenga tiempo voy a dedicarme a leer esas novelas cebollentas estilo Wuthering Heights, Jane Eyre y demases, q son definitivamente uno de mis placeres culpables. Después pondré la dirección dentro de los links recomendados de la columna derecha.

Vaya! Mientras navegaba, llegué a un buscador de blogs nacionales llamado "La Ratonera" y estaba recomendado este humilde cuchitril virtual. Aunque la reseña no hace gran publicidad: "Blog de una futura veterinaria que trata de achuntarle al blanco :) ". (hehehe)

Espero pronto tener algún tema puntual que desarrollar. Creo que se me da mejor que estos picoteos o casi monólogos chatísticos.

Sunday, June 12, 2005

AAAAAAAGHHHHHH

Me gustaría que alguien me dijera con certeza que vale la pena invertir tanto tiempo y esfuerzo en estudiar, perfeccionarse, obtener un trabajo y vivir esos primeros años de inestabilidad laboral, económica y sobre todo personal. Que hay una vida decente después de eso.

Debo ver a mi pololo matarse trabajando día y noche, llegar tardísimo a dormir un poco para comenzar una jornada más y ganar duramente ese sueldo que a veces no es suficiente para las cuentas. Verlo sin fuerzas para llamar a sus amigos y salir, para que hagamos algo más que la rutina diaria, o incluso para terminar ese magister que comenzó con tantas ganas. O encontrarme con ese gran amigo que tiene como cuatro trabajos para llegar apenas a final de mes - a pesar de sus muchos estudios y muchas especializaciones-, que hace días no ve a su pareja a pesar de vivir con ella porque las pocas horas que duermen -y por ende, las únicas que pasan en la casa- no coinciden, y que ya ni siquiera tiene amigos porque se aburrieron de llamarlo y que él jamás pudiera verlos. "Dos meses sin ver a mis padres y no creo que pueda saludar mañana a mi viejo en su día", me decía. "No aguanto más, no puedo seguir así, estoy hecho pedazos..."

Salgo a pasear a las perritas al parque frente a la casa y me encuentro con otros conocidos que ya tienen unos cuantos años más que nosotros en el mismo training desgastador. Licenciados, magísteres y doctoras, mientras pasean a sus mascotas, me cuentan que tampoco les alcanza el tiempo ni el dinero a pesar de que no son sus primeros años laborales, y que sienten que sus vidas son muy afectadas por ello pero que no tienen opción. "Sí pues mi niña", suspiraba una de estas personas, "fuimos al médico el otro día, porque queríamos ponernos en campaña para tener un hijo, y nos dice que para asegurar un embarazo debíamos intimar unas tres veces a la semana como mínimo. ¡¡Tres veces!! Si llegamos tan cansados que con suerte nos alcance con una vez y media cada dos semanas... Creo que una vez más lo pospondremos para más adelante, aunque ya no me está quedando mucho tiempo para embarazarme por la edad..."

Es entonces cuando uno mira a las personas que, ya habiendo tenido una vida completa de trabajo, debieran estar gozando de sus frutos y del bien merecido descanso: la gente mayor. Pero tampoco pareciera ser así. Algunos, como el que fuera conserje de mi edificio, aún deben vivir constantes inseguridades laborales, económicas, personales. Un día conserje, otro día taxista, otro día lo que venga y que de unos pocos e indispensables pesos. O mis viejos que en este momento se ven más sobrepasados que nosotros mismos. Muchos de los viejos de nuestros amigos, lo mismo.

Es cosa de detenerse un segundo a mirar a la gente que pasa en la calle, la micro, el metro. Ojeras, espaldas curvadas, estrés, algún grado de agresividad descargada bajo cualquier pretexto a cada segundo, rutina, soledad y hastío cuando el celular que suena es el propio. No importan los estudios, la edad, el sexo. Sólo rostros agobiados. ¿valdrá efectivamente la pena vivir si es para vivir siempre así?

Tengo rabia, quiero gritar. Si no escribo más, es porque decidí llenar la bañera con agua, sumergí la cabeza y no la saqué más, ja.



Quien quiera aportar con un coscacho virtual o alguna frase o realidad esperanzadora, serán absolutamente bienvenidas por este alicaído espíritu.

"Paro indefinido"

Hace 24 horas estaba angustiada. Me sentía “pillada por la máquina” en la U, pero había que poner el hombro, porque mañana tendría prueba, y había que estudiar para otra prueba grande de la próxima semana considerando que me fue mal en la primera prueba de ese ramo.

Como síntomas inconfundibles del comienzo de mi “colapso”, el cigarrillo tranquilizador no hacía más que aumentar mi ansiedad, había comenzado a comer más de la cuenta, y mis deseos de que el calendario se congelara eran cada vez mayores.

Cerré los ojos. Respiré profundamente. Tiré la colilla del cigarro no terminado. Me resigné.

Hoy abrí los ojos pesadamente. Había dormido mal, me había quedado dormida y no había ido a clases, por lo que más encima me comía el remordimiento y había que conseguirse lo que me faltaba para la prueba de mañana. Terrible.

Y vino lo peor. Me paralicé. No atiné ni siquiera a bañarme, levantarme o hacerme algo para comer en demasiado tiempo. Sólo me llevé el plumón de la cama al sillón del living y tomé mi tejido, mientras dejaba que el televisor hiciera ruido ambiental.

Mucho me costó dejar eso de lado, incorporarme y acercarme al computador, donde habría algún compañero amable conectado que me dijera qué me faltaba y me enviara el apunte o resumen salvador. Pero una vez en MSN me puse “no disponible” y me puse a jugar D2. Me desesperaba tanto saber lo mucho que debía hacer, que al final evadía.

Igual que las veces anteriores. Igual que las carreras anteriores.

Unas voces lejanas en mi cabeza –propias, por favor. No soy Sybil…- me recriminaban el no haber ido a clases. El haber faltado varias veces a lo largo de estos dos meses. El haber abandonado mi terapia sin un cierre. Que se congele el tiempo, que se congele el tiempo, que se congele…

Cuando ya mis recriminaciones internas se estaban resignando, y me aprontaba para una estudiada a la rápida buscando una nota mediocre, me llega un mensaje al teléfono: “Hola! Estamos en paro indefinido. No hay prueba mañana ni nada hasta nuevo aviso. Mejórate”.

Al principio no asimilé, pero sentada aún frente al pc fui notando cómo mis músculos se fueron relajando, y casi sentí música celestial mientras el cielo se abría. ¡El tiempo se había detenido! Tal como había estado suplicando con desesperación hacía unos minutos.

Me siento un poco culpable –sí, continuamente me siento así, je- por ver este paro con ojos egoístas en vez de pensar en el verdadero motivo, que es asegurar el financiamiento para la U. Pero el alivio es demasiado grande para detenerme demasiado en este punto.

Así que finalmente podré dormir con tranquilidad esta noche, para mañana ordenar mis ideas y mis cuadernos, y poder tomar con fuerza las riendas de este camino que he decidido emprender.

Vaya a su merecido descanso, Karol Wojtyla

Algo recuerdo cuando el Papa vino a Chile el 87. Lo seguimos por todas partes con mi familia, para verlo pasar desde más lejos o desde más cerca, en su papamóvil. (A mis cinco años no podía entender porqué diantres yo no podía subirme al carrito e irme con el Papa...)

Creo que para malas reseñas de esta católica "de vez en cuando", mejor me voy por el lado sincero. Sólo quiero rendir un minihomenaje a ese gran hombre. Él, sin duda, merece su descanso.





(Si reza por mí de vez en cuando allá arriba, no me voy a enojar... xD)

Endocrinólogo

Ayer en la tarde fui al endocrinólogo. Me examinó bastante, y me diagnosticó resistencia a la insulina y cachureos varios. Que muy probablemente en 10 años más fuera diabética. Me mandó a hacer muchos exámenes para confirmar, pero dijo también que era casi 100% seguro que tuviera que operarme, y que la cosa apremia. 8 o 10 millones que dudo tenga alguna vez.
Una amiga de la U, que ubica a la asistente social -ja- de su facultad le habló de mi caso. La mentada señora no le vio futuro a ayudarme económicamente, tanto con crédito o becas para la carrera como en ayuda para la dichosa operación. Que fuera a verla el próx año si quería, para ayudarme a "preparar mi caso" y volver a presentarlo a la asistente de mi escuela.
Tengo que llamar a mi madre, que está esperando le cuente cómo me fue. Siempre ha estado muy preocupada de mi salud. Pero ahora tengo un nudo en el estómago, las lágrimas que me he tragado todo el día -porque no sé porqué me bajó toda la depre- luchan por salir a borbotones, y no me siento capaz de hablarle sin sollozar ni cebollentear todo el rato.
¿Valdrá la pena invertir tanta plata en que estudie y vea mi salud? De repente siento que... bah, olvidémoslo.

Cortito y medio sonámbulo

Desperté hace casi una hora con una llamada telefónica. Era un tipo que había estado tratando de ubicarme todo el día para comprar uno de los libros que tengo a la venta en internet, como el de la imagen.

Quedamos de acuerdo para mañana -a estas alturas "más tarde"- y me quedé pegada en el computador un rato, aprovechando de hablar con uno u otro amigo.

Tratando de hacer rendir estos minutos -ahora que soy una ocupada estudiante de veterinaria -, se me ocurrió revisar este humilde cuchitril virtual. Me llevé una sorpresa ya que descubrí, gracias al contador que puse hace algunos días, que tiene varias visitas. Por supuesto me baja la curiosidad por saber quién ha estado echando un vistazo.

Quizás en un afán de interacción, o quizás buscando a los críticos anónimamente sinceros que todo escritor -o "intento de", como en este caso- teme y desea a la vez, agregué un LIBRO DE VISITAS que puede visitarse al pinchar el link de la columna derecha. Con eso me "salto" el sistema de comentarios que trae incorporado el blog, porque he sabido que a más de un lector le ha cortado la inspiración al ser demasiado complicado.

También agregué una imagen de fondo y un reloj ad hoc. Espero poco a poco hacer más amable este espacio.

Ya relataré alguna que otra aventurilla cotidiana cuando tenga un tiempo. Por ahora, sólo sé que estoy exhausta, pero contenta



Como siempre, comentarios a tiroalblanco@gmail.com, o ahora al nuevo libro de visitas ;)

Marzo, marzo, marzo...

Hace demasiado tiempo que no escribo en el blog. Había partido piola, pero después casi se transformó en pañuelo de lágrimas y me anduve aburriendo un poco. Además, es como un espejo y me daba algo de vergüenza leer mis berrinches. Sobre todo, que fueran leídos por “el resto”. (¡sorpresa! Hay gente que ha enviado mensajitos por MSN, correos o se han comunicado de alguna manera, dando sus opiniones sobre este humilde cuchitril virtual, y han sido bastante halagadoras cof cof cof…)

Me fui gran parte del verano a la playa con mis tres mascotas (las dos caninas y el monstruo… muahaha), aprovechando que en casa de papitos no se paga arriendo, decidida a desconectarme 100% de Santiago. Dormí hasta que se me hincharon los ojos, no tenía que preocuparme tanto de las orejudas porque había un patio amplio bien cerrado además de mucha arena y mar, y el ogro poco a poco se relajó. Justo lo que necesitaba.

Eso sí, regresamos un poco antes porque mi vieja, mi tía y mis primas andaban “con la huevá”. Mi tía se separó, quedó sin pega, y se le ocurrió inventarse un puesto de feria artesanal playera jurando que era grito y plata. Torturó a las pobres pendex y a mi vieja, y entre las cuatro se turnaban –y aburrían como ostras- para cubrir las dieciocho horas diarias, donde en ocaciones podían vender, entre todas, cuatro ratonas lucas por jornada…

Así regresamos a nuestra cochina y querida ciudad, taaan contaminada, pero con las pilas más cargadas. De a poco fueron apareciendo los dueños de perros que pasean habitualmente en el parque. Una niña que se nos une a menudo nos contaba que el tipo de la bóxer matona se iba quedando progresivamente solo, porque su perra había seguido atacando otras mascotas y personas. Por otro lado volvía una amiga del extranjero, cuyo perrito es muy amigo de las mías. Lentamente, el sector volvía a la normalidad.

Pocos días después, Ternero me confirmaba la fecha del “mechoneo” en la universidad, para no asistir. Al día siguiente, hice mi debut en la escuela veterinaria. El ogro, más emocionado que yo al parecer, tuvo la amabilidad de ir a dejarme hasta la puerta para enseñarme el camino que debo recorrer de ahora en adelante. Lo despedí en la puerta, y me encaminé con algo de ansiedad hacia la sala de clases. Llegar era fácil, sólo cosa de seguir la masa de gente con pelo desteñido y algunas que otra mancha delatora.

Miré a la masa de futuros compañeros, y nadie me prestó atención. Ingresé a la sala, titubeante, dejé mi bolso y salí con cara de podérmelas con lo que fuera, más que nada para superar la vergüenza de enfrentar tanta gente nueva. Cuento corto, ya había “grupitos” hechos, y terminé acercándome a una niña de Iquique, que en su nerviosismo me contó su vida completa la primera tarde.

Pasó ese día, y el siguiente sin gran novedad. Me había encontrado con el profe que atiende a mis caninas un par de veces, pero aún no veía a Ternero, ni a la que había sido mi compañera en el colegio (y a la que no tenía muchas ganas de ver, porque obviamente me preguntaría qué diantres hacía yo ahí, blablablah…).

Como no hay plazo que no se venza, esa segunda tarde me senté en el paradero mirando si venía el famoso metrobus. De pronto y sin saber porqué, dejé de mirar la locomoción y esperé. Fue entonces cuando vi a mi compañera de colegio cruzando también. La esperé, la saludé, y vino uno de los momentos en los que no quise ni pensar durante las vacaciones. Tragué saliva y le conté que nuevamente me había cambiado. Me miró con ojos de huevo frito y se empezó a reír. Me hizo el típico par de preguntas triviales, tomó aire, se rió de nuevo y dijo: “Noooo, ¡¡si me estai agarrando pa’l hueveo!! ¡¡NOOOO!! Jejeje… es que, perdona, pero estoy impactada… jejeje… ¡pero cómo, cuándo, porqué!”. Me invadió una vergüenza doble: vergüenza por contar la consabida historia, y vergüenza de la situación misma, del ridículo que me sentía haciendo. Es una vergüenza que muy probablemente no termine hasta que le haya contado a mi familia y a mis amigos "la verdad".

Finalmente mis temores se han ido concretando. Pronto mis ex compañeras de curso –siempre tan pendientes y regocijantes de la desgracia ajena-, sus padres, mi estimada madre, y finalmente mi familia se enterarán de las sabrosas nuevas. Muy probablemente vengan unos cuantos dramas varios, pero confío en que, tal como lo señaló el tarot en alguna ocasión (... o_O), este sea un proceso a ratos duro pero dignificante. De una vez por todas dignificante.




¡Comentarios a tiroalblanco@gmail.com ! ;)


japi niu yiar

Hace bastante tiempo que no escribo en el blog. Por un lado muestra mi poca constancia y por otro lado es bueno, ya que últimamente sólo lo utilizaba como vertedero mental –o “espiritual” si lo quieren ver desde una perspectiva más… siútica, je- y ya estaba quedando cargado a la cebolla misma.

Aunque no podemos quitarle mérito. Hubo alguna que otra felicitación loca por el estilo narrativo, etc. Un amigo que estudia periodismo –y por cierto escribe muy bien- me decía que lo encontraba hasta “bien redactado”. El máximo piropo fue reconocer la influencia de Marcela Paz en los textos. ¡O sea!

Estoy en época de relajo. De hecho, hace muchos años que no recordaba haber podido descansar así, tan a concho, sin sentirme culpable por nada, sin tener cosas fundamentales pendientes. Es que al final pisé el acelerador, me senté a conversar conmigo misma sin interferencia alguna para sincerarme.

Decidí cambiarme de carrera, y en último minuto dar la famosa prueba por enésima vez aceptando regresar a mi ex casa de estudios, dando ejemplo de que los escupos al cielo sí se devuelven. Decidí que, aun cuando en el momento me diera lata, vergüenza, etc., no podía permitir que me influyera la opinión ajena en cosas fundamentales. Decidí que la opinión de mi familia, súper válida y siempre bien intencionada, sólo iba a tener el peso de una opinión. Decidí valorar a esos pocos pero buenos amigos. Decidí no volver a tenerme lástima, ponerme de pie y comenzar a vivir, como corresponde. Decidí que uno tiene que crecer se quiera o no.

En esta vorágine me encontró el día de mi matrícula. Partí a mi futura escuela, acompañada por mi fiel compañero -el polologro-, con una mezcla de incredulidad, asombro y pocas ganas de querer encontrarme con alguien.

Llegar a la escuela y encontrarme con ese guardia sonriente y bonachón me recordó inmediatamente a la Lilo, mi primera golden, que llevé a la clínica veterinaria ubicada en ese mismo recinto. Me alegré tanto recordándola. Me atrevería a decir que con ella comenzó ese amor a los animales que fui descubriendo.

Seguí avanzando por el pasto y la sombra refrescante. No hace ese calor sofocante del departamento, del “centro”. Me sentí incluso fuera de Santiago, con aire más puro –mejor dicho, “menos contaminado”- nada de ruido de locomoción, nada de gente apurada, nada de stress. Simplemente fantástico.

Llegó un amigo de años que estudia ahí y, luego de felicitarme, nos hizo un tour por la escuela. La encontré tan acogedora. ¡Hasta tiene salamandra una de las salas! Incluso por “la buena onda” nos pusimos de acuerdo para vacacionar unos pocos días juntos. Estuvimos como cinco horas en la escuela, y era tan agradable todo que no nos dimos cuenta.

Tomamos la micro de regreso –ese regreso que tendré que hacer a diario en un tiempo- y de pura felicidad me tomé dos helados de piña. Me sentí más liviana por dentro, casi purificada. Era la mejor manera de partir el año.

A ver qué aventuras se vienen más adelante. Sólo espero que me sienta igual de positiva y purificada cuando esté ante un libro gordo lleno de nombres extraños por memorizar alguna noche tipín cuatro de la mañana, je.



Contacto a tiroalblanco@gmail.com (Prometo leerlo xD)

un nudito en la garganta

Tengo un nudito en la garganta y el estómago apretado. Estoy nerviosa. El motivo puede sonar súper trivial y estúpido para quién no me conozca, ni conozca mis circunstancias. Estoy contándole a un amigo que mañana voy a matricularme a Veterinaria en la Chile.

Todo partió cuando mi polologro –ha subido algunos puntos en el ranking como pueden ver, je- me preguntó qué pasaba conmigo, por qué no saltaba de alegría si me había cambiado a la carrera que quería en la universidad que quería. Le conté la verdad –a estas alturas no le maquillo nada, y nos ha funcionado bastante bien-, que estaba aún sorprendida por lo rápido que sucedió todo, y que me funaba un poco el tener que enfrentar a tanta gente sobre mi cambio de carrera. Las caras, los comentarios, las preguntas, los juicios. Sobre todo porque de esta manera mi familia terminará enterándose de todos modos si no les cuento yo misma. Básicamente los fantasmas de siempre.

Polologro me miró y se rió. “¡Tan fuerte de carácter para tantas cosas, pero para enfrentar a gente que poco vez, casi te mueres de vergüenza! Ese es tu problema: te lo tragas todo, callas y vas guardando cosas. Eso no es sano. Anda y cuéntale a tu amigo. Si realmente lo es, se va a alegrar.” Me hizo incorporarme del sillón y me sentó en el computador. “¡Que te llame a la casa para que lo conversen mejor!”, dijo al salir de la oficina.

Me hice un lío para contactarme con el amigo –desde ahora conocido como Ternero-, hasta que le pregunté si tenía que ir a la escuela estos días. Luego le pedí que me consultara sobre el mechoneo. Luego le mandé una imagen donde salía mi puntaje con mi nombre, para que el resto fuera obvio. Mientras se la enviaba, me preguntó si alguien conocido entraba a la escuela. Dejé que solo advirtiera de qué se trataba todo.

Al principio y como era de esperarse, se sorprendió mucho. ¿Qué había pasado con Derecho, si yo había dicho que todo iba bien? Le señalé que no quería darle explicaciones a nadie, que incluso muy poca gente lo sabe. “Pero un resumen”, pidió. Ahí me lancé con mi historia a grandes rasgos. “¿Pero estás segura de que esta es tu carrera?”, inquirió finalmente el autoordeñable Ternero.

Me dio un leve escalofrío por la espalda. A estas alturas es un chiste que se alguien me pida certeza. En cada uno de los pasos que he dado, creí tenerla, pero en cosas importantes me equivoqué desastrosamente. Ahora voy hacia adelante con calma en el corazón, los ojos bien abiertos, y con fe. No me atrevo a apostar ni por lo obvio.

Me decidí por una respuesta estándar para salir del paso, mientras se aflojaba el nudo en mi garganta y el estómago se relajaba. Ternero se despedía felicitándome, y esperando verme mañana en la escuela para darme un tour. Un primer pequeño obstáculo superado con éxito.

…No sé qué pase mañana ni más adelante, pero por lo menos he comenzado a dar los primeros pasos. En el camino he ido ganando en dignidad ante mí misma, y en tranquilidad. Finalmente eso es lo que cuenta.

quien nace trabajólico...

“¿Supongo que para Año Nuevo iremos a tener un tiempo para… nosotros?”, le pregunté al ogro, medio en serio, medio en broma, enrostrándole entre medio que hace como dos meses sólo sabe de trabajos, de amanecerse en el computador o jugando playstation y dormir unas horas de día después de trabajar.

Guardó silencio. Guardé silencio, incómoda. Luego, las palabras parecían salir de mi boca, solas: “¿Qué te pasa? ¿Te gusta otra persona? Porque claramente ya no te gusto, ¿verdad?”.
La respuesta no se hizo esperar: “No, no me gusta nadie más. Es que por mí, yo vegetaría y no haría nada más.”A estas alturas también me había ido a jugar a las famosas carreras de autos, luego de varios fracasos tratando de llamar su atención más temprano durante la noche. Pero su última respuesta me descolocó, y una tristeza incontrolable llenaba mis ojos de lágrimas.

Me incorporé del sillón, musitando unas desabridas excusas, y me fui a acostar. Por último en la oscuridad de la habitación una puede llorar a gusto y desahogarse un poco. Sentí pasos siguiéndome y los maldije mentalmente.

“Tenemos que hablar”, dijeron los pasos atrás mío. “Ándate”, respondí. Luego de llamarme con un par de nombres diferentes al mío, se quedó afuera de la habitación. Me desvestí y me puse pijama. Me acosté, cerré los ojos con fuerza, y en vez de ruido ambiental, escuché con claridad un chirrido de frenos y música electrónica. El ogro, sin inmutarse, se había ido a jugar de nuevo.

Me puse a llorar amargamente, tratando de que la almohada tapara un poco mis sollozos. Pero como nuestra perrita más grande se sube a la cama, la tenía llena de pelos. Tuve que levantar la cabeza para no ahogarme, y lloré sin querer con un poco más de ruido.

El tipo puso en pausa la consola en cuestión, y se levantó. Prendió la luz y trató de acostarse a mi lado, haciéndose el simpático. Le exigí (no mentiré diciendo que fui amable) que respetara mi espacio y se fuera de la habitación. Partió a jugar nuevamente.

Ya una vez que me tranquilicé un poco, me dieron unas ganas locas de escribir, porque para lo único que me sirvió llorar fue para que se me hincharan los ojos, pero el cototo de pena quedó igual. Así que me vine a la mal llamada oficina, a escribir al computador.

Llegó el ogro rezongando las mismas tonteras de siempre, recitándome el mismo rosario de las pruebas, que se le fue la hora, y… no sé qué más. No quise escuchar más. Me puse a leer el foro que siempre reviso. Lo ignoré hasta que desistió y se fue. Me di cuenta de que ya no quería escuchar más excusas baratas que podía recitar de memoria. Noviembre pasó hace rato, y este tipo sigue igual de idiota y cansado. Qué mierda.

Mientras escribía estas líneas resentidas ya de tanto jugársela por nada, medité lo buena idea que era estar demasiado ocupada yo también. Quizás sea extremo, pero si le importara, me imagino que me buscará. O por último, y por sanidad mental, ya nos damos cuenta que nos da lo mismo que el otro no esté.

A ver qué pasa. Y que quien lea las líneas de este blog aprenda que no hay peor compañero para elegir que un profesor, porque le serán excesivamente fieles a su trabajo y lo amarán por sobre todas las cosas, incluso por sobre uno mismo.


mad shrek walking

Debido a cuestiones que supongo ya están medio explicadas en este mismo blog, he estado en la casa este último tiempo. Incluso los últimos días que dediqué a estudiar, estuve acá encerrada.

Como es natural, tomé la primera oportunidad que me convenciera para empezar a salir de “la cueva”. Así que acepté la invitación de una conocida que vive en el edificio, dueña de una perra también, para unirme a un conjunto coral de mujeres. Considerando que he cantado desde básica en el colegio, imaginé que no sería un reto demasiado exigente, pero a la vez me ayudaría a distraerme mucho. Justo lo que necesitaba.

Desde siempre cantar ha sido una vía de escape y de relajación para mí. En el colegio los ensayos se realizaban los viernes en el bloque de la tarde, con lo que se transformaban en la antesala del fin de semana, del descanso. Además, no implica gran esfuerzo físico ni mental, salvo por la concentración (palabras de novata, por supuesto). Y finalmente es algo que siempre me ha “llenado el espíritu”. Es casi una especie de purificación en cada ensayo.

Hoy día llegué de “coro” bastante contenta. No había salido de lo mejor, pero había podido cantar y eso ya bastaba. Durante el ensayo me había llegado un mensaje de texto del ogro, furioso porque la perra más grandecita se había ensuciado con fecas de algún vagabundo del parque. Llegué al rato después, pensando que me encontraría con la comida prometida y con el ogro ya relajado, contándome la anécdota.

Abrí la puerta y me encontré a la perra mojada, tiritando de frío y visiblemente asustada. Apenas se acercó a saludarme mientras esperaba mi reacción a una distancia prudente. La saludé en un tono de broma, pero la perra se alejó aún más. Llego al living y el ogro estaba jugando playstation sin dar señales de querer secarla.

Mientras tomaba el secador para –valga la redundancia- secar a la perra, peinarla y echarla a acostar para que dejara de tiritar, pregunté al ogro porqué estaba aún mojada. “La estoy castigando”, respondió muy convencido. ¿Acaso él no entendería que la perra aunque muriera de frío no iba a comprender qué había hecho mal?

Entre tanto, comenzó a salir un olor a quemado. “Estará cocinando”, asumí. Error. A los dos minutos se escucharon un par de garabatos de aquéllos, mientras unos ruidos se escuchan en la cocina. Se apaga una olla en vías de quemarse, ya sin agua a esas alturas. “Bueno, da lo mismo, la perra se ensució y se le olvidó lo que cocinaba.”, pensé.

Al rato llegan unos platos con unos fideos medio gelatinosos, con salsa de champiñones de extraño color. Los pruebo, pero de verdad no están buenos, a pesar del hambre. No alcancé a preguntar nada y el ogro me cuenta que compró crema y otros materiales para cocinar, pero que los dejó al sol todo el día y la tarde, por lo que terminaron en mal estado. Que por qué yo no los había refrigerado. En mi cabeza sonó un “¡plop!” inmenso con eco y todo…

Tengo unas ganas de llorar asquerosas, hambre e incredulidad por todo lo sucedido. Me gustaría salir al parque pero las perras están aterradas y no se acercan al ogro. ¿Le habrá pegado mucho a la más grande…? Si yo hubiera estado…

Impotencia


Hoy fue uno de esos días en que no debí haber salido del departamento. Esperé apenas a que llegara el viernes porque pensé que podría disfrutar la tarde con el ogro y aprovechar de salir con las caninas al parque. Pero la siesta pesó más que cualquier otro panorama. Así que sólo me quedó hojear un libro añejo de matemáticas y hacer una aburrida pasada por los canales del cable.

Dieron las 21:00. No tenía grandes ganas de salir porque presentí que el tipo de la boxer iba a estar frente a nuestra casa, y como ya han pasado días desde el incidente que tuvimos, iba a estar envalentonado otra vez. Además, tendría suerte si el ogro abría los ojos para dignarse a acompañarme.

Bajé primero con las caninas. No lograba ver muy bien porque había estado mucho rato frente al computador, perdiendo el tiempo. Creí divisar al sujeto en cuestión. Volví a mirar. No, no era él. De hecho era un amigo fleto con el montón de viejujas de los poodles que sale temprano. “Filo, suelto a la más grande y voy atrás caminando con la cachorra.”

Partió adelante a hacer sus necesidades. De repente el ogro, que había bajado, algo rezonga y veo al tipo aparecer entre penumbras, detrás de unos árboles, a pasos de mi perra, con la suya suelta para variar. Para mi sorpresa y por primera vez la amarró.

Por no hacer problemas, partimos a la parte de adelante del parque. Nos dimos cuenta que el amigo fleto nos había "hecho la desconocida" y, lo que más me amargaba, habíamos tenido que corrernos desde el frente de nuestra casa por culpa del sujeto.

El ogro, con ojos inyectados en sangre, miraba con obsesión hacia atrás, esperando que el tipo saliera de la nada. Con sorna le hice ver que le temía al tipo y a la plata que dice tener. Tomando en cuenta también que las leyes no amparan a nuestras perras del ataque de ningún otro animal más agresivo, y si nos llegáramos a enfrentar a algún particular por defenderlas, no sería extraño que termináramos finalmente nosotros fregados, considerando que los “profesionales jóvenes de parque Bustamante” finalmente son todos mantenidos por sus padres, con mucho tiempo libre para denunciar gente, contratar abogados, etc, etc, etc. ¡Qué impotencia! (“… por qué no seré abogado…”)

Al final, por armar conversa, le dije al ogro que el domingo me iré donde mis viejos. Por lo menos, pensé, allá hay un patio donde nadie nos puede molestar, podremos conversar tranquilos, celebrar el aniversario de mis viejos y hasta hay camas para el que quiera tomar siesta. Me respondió que, por su parte, iría a ver a sus papás.

Con este comentario me terminé de amargar. Hace días que vengo esperando el viernes para poder siquiera compartir con él, salir, qué sé yo. Pero siempre hay algo más. O es el trabajo, actividades extra, tener que terminar cosas de la oficina de madrugada y pasar de largo, dormir para recuperarse de las eternas trasnochadas, o lo que sea. Pero bueno, es Noviembre...

Apareció una “amiga de parque” en MSN. Me preguntó si habíamos salido. Le resumí en dos líneas lo que nos había pasado, y sin despedirse siquiera, se desconectó. Me siento como la mismísima mierda. El dicho debería ser: “solos nacemos, solos morimos…”

the words aren't enough...


Siento que hemos recorrido tanto y tan poco camino juntos a la vez desde ese primer día que nos conocimos. Hemos pasado muchas alegrías, y también hemos estado a punto de alejarnos por creer que era lo más sano para ambos pues muchas veces no logramos entendernos. No tenemos certeza de qué nos espera. Y aquí estamos.

Alguna vez pensé que había amado antes, con intensidad, pero esto que siento por ti ahora supera todo lo que he vivido e incluso alguna vez he imaginado. Me hace sentir insegura, porque por ti ya no soy tan independiente de todo y todos como antes. Porque me lleno de emoción de sólo saber que estamos juntos. Porque toco el cielo cada vez que te abrazo. Porque esto no tiene límites…

No me importa lo que venga hacia delante. Sólo sé que quiero hacer camino contigo, y que estaré lealmente a tu lado siempre.

… when the words aren’t enough…

… when the heart isn’t enough…

… when the soul isn’t enough…

Tengo tanto que decirte, pero escribo y borro una y otra vez. No logro dar con palabras que tengan el sentido que busco, se quedan cortas. Mi cabeza se llena de clichés, frases de canciones de todas las épocas, melodías, aromas, sabores.

Finalmente sólo me quedan dos palabras para intentar abarcarlo todo...

Te amo.







Baby Boom!!

El tema de conversación más habitual hoy por hoy entre mis conocidos y amigos es ser padres, y francamente estoy entre saturada y molesta a estas alturas. Como ejemplos, voy a poner los dos casos más “cercanos” que me ha tocado ver en estos meses, para que se vaya entendiendo un poco.

El primer caso nació hace cosa de una semana o algo por el estilo. El papá es un tipo de unos 30 años que pololeó como 8 años con una niña, y cuando se fueron a vivir juntos se mandaron a la mierda en un mes. Él se dedicó a pasarlo bien hasta que conoció a la mamá, una tipa de unos 28 años que decidió que ella sería la mujer de su vida y que él le tendría tanto amor que pasaría de ser un Negro Piñera a un esposo ejemplar.

Básicamente no llevaban ni un año de pololeo bastante errático, y ella simplemente dejó de tomar anticonceptivas como 3 días sin avisarle al susodicho. Después andaba asustada y “tan segura” de que estaba embarazada. Al tipo se le cayó algo de pelo y el mundo encima, porque ni siquiera su trabajo era estable pero era suficientemente bueno para lo que él necesitaba.

Lo veíamos paseando al perro fácilmente a las 3 a.m. desde nuestro balcón, sobre todo cuando ella tomó sus cosas y se instaló en el departamento de él, invitando a cuanto amigo y pariente se le ocurrió entre medio, comentando lo feliz que estaba porque “decidimos vivir juntos”.

El segundo caso fue una pareja, ambos de 21 años, sin ningún tipo de estudios. Él, luego de pasearse por más carreras y universidades que quien les escribe, descubrió que tenía vocación loca por ser uniformado. Ella vivía con sus padres, a veces iba a entretenerse de cajera al local de sus abuelos y se dedicaba a… llamar por teléfono cada 5 minutos al pololo.

Desde que la conocimos, andaba con el cuento de vivir juntos con el muchacho en cuestión, irse lejos de los padres de ambos a un departamento, lo obligó a comprarse el perro caro que ella quería y hablaba de guaguas hasta por los codos. Apenas la conocí le dije a mi pololo: “Dale menos de un mes y lo caza”.

¡Bingo! Hoy tenía una llamada perdida a las 2 a.m. y volvió a sonar mi teléfono después de almuerzo. Era este “cabro”. La “polola” tiene 5 semanas de embarazo, ella ya le había avisado a todos con bombos y platillos, les van a comprar un departamento lejos y se casan en dos semanas. Como consecuencia de esto, él ya no puede postular a la escuela de oficiales como quiso toda la vida, anda buscando trabajo como loco y en estos momentos los suegros deben estar arreglando los detalles de “la gracia”. Supieran “lo fácil” que es vivir juntos, ¡Ja!

A mí me sorprende esta oleada de mujeres jóvenes, con buena “facha” y con buenas posibilidades de estudios o trabajo, desesperadas por amarrar al hombre de sus caprichos a cómo dé lugar, esté él de acuerdo o no. Las frases “las pastillas fallaron” o “ella se cuidaba pero algo pasó” y “habrá que ” eran lejos las más escuchadas por estos lares.

Yo esperaba situaciones similares de mujeres jóvenes humildes, que por falta de educación y cuidados, terminaban de esta manera. Pero féminas con inteligencia y educación de sobra, manipulando las situaciones para que todo parezca coincidencia y así forzar, por medio de hijos no deseados, intentos de familia, me parece cuando menos patético. ¿No se les ocurrirá que los tipos, ahogados –porque son siempre tan controladoras- , seguramente las van a “chutear” cuando revienten de frustración?

En fin… como se ven las cosas, el género femenino en ocasiones se merece los gruesos epítetos que recibe.

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caída libre (y cómo renacer en el camino)


Hace tiempo que no escribía. Estaba medio “trancada” literariamente hablando. No quería escribir cosas oscuras sobre la salud de mi madre, ni de que a pesar de no estar haciendo nada de mi vida sino estar escondida en mi cueva -AKA el departamento-, no podía conciliar el sueño como correspondía, ni me sentía “en paz”.

Pero de que pasaron cosas, pasaron.

De partida, no fui más al loquero. Me aburrí de ver esa cara abúlica, de sentirme juzgada, no avanzar en la carrera tras mi salud mental y no asumir de una vez que no estaba cómoda con él, cosa que es importante para que una terapia funcione. Ahora ando en búsqueda de uno, y me han salido algunos datos. Un amigo me ofrecía la dirección de una siquiatra que le encantaba porque era joven, sexy y “joteable”. Otra amiga me ofrecía a un Jungiano, doctorado no sé dónde xuxa, decano –o algo así- de la facultad de psicología de la PUC. Que de repente se quedaba dormido en sus sesiones, pero que leyendo el tarot andaba más la terapia. (…!!!)


Después, muerta de susto, decidí inscribir la PSU por enésima vez. Me aburrí de estudiar carreras tradicionales sólo porque puedo entrar fácil en una U tradicional. . Me la voy a jugar –para horror de cuanta gente me conoce- por veterinaria, en una privada y patillas varias. Y si me demoro diez años más, va a ser cosa mía. De ahí me haré una consultita piola y viviré austera pero felizmente.

También estuvo presente el tema de la inflamable relación con mi madre, que estuvo tan asustadamente encantadora mientras pensó que moría de cáncer. Ahora le dijeron que estaba mejor, y que salvo esperar un último resultado de una biopsia lenta que le mandaron hacer, no debería volver a tener problemas en lo absoluto. Ipso facto, volvió a caer la cortina de hierro entre nosotras. Me sentí tan ridícula llorando por ella e inventando mil mandas a mil santos con la poca fe que me queda, para que la situación volviera a la podredumbre de siempre. Y quieren que no le tenga rabia…

Estoy pensando meterme a Tai Chi y acondicionarme de a poco, con miras a volver a mi Taekwondo amado y abandonado. Entrenar como tres horas diarias y morir de cansancio me tenía mucho más sana mentalmente que las mil sesiones de ñoñerío psicológico. La calentura por volver fue máxima cuando, durante el weekend, un amigo me preguntó por ejercicios localizados y lo estuve ayudando. Casi me sentí en mi dojang de nuevo, llena de esa mística que me entregó la escuela tantos años. ¿Cómo se vería mi hija/o diciendo “mi mamá es cinturón negro en Taekwondo”? Y me faltaba apenas un año… ¡Vamos que se puede!

Con el ogro las cosas anduvieron tambaleantes, pero con buena voluntad y unas cuantas conversaciones “de aquellas” nos estabilizamos. Aprovechamos que estuvimos hace poco de aniversario para “arrancarnos del mundo” y “pololear” a concho de nuevo. ¡Lo pasamos tan bien! Fue quebrar ese mito que dice que estando mucho tiempo con la misma persona TIENES que aburrirte a los pocos años.

Por lo menos el “terrible Noviembre” del ogro ya comenzó, y él se ve bastante mejor que los años anteriores. Ya se viene el verano, y el verdadero descanso. A ver qué pasa con los cambios que de a poco estoy realizando. Muero de susto pero ya me aburrí de vivir encerrada.


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Paréntesis cegolla (AKA Memories)

Estaba hablando con un amigo recién. Le presenté a una amiga y según entiendo se cayeron bien, salen pa varias partes y todo o.k. Yo le digo que se la juegue porque ella es super buena persona, etc. Él se ríe y me dice “¿y qué quieres? ¿Que llegue onda “hola muñeca, aquí está tu macho”?”. Sin pensarlo le respondí “¡¡síííí!!”.

No alcancé a terminar de reírme, cuando me vino una imagen a la mente y me puse roja. Igual que ese día. Me dio ascensorcito en el estómago, y me emocioné como hace muuuucho tiempo no me pasa...

Me junté con unos amigos hace fácil 5 años. Plaza Italia, fuera del teatro de la Chile. Me acuerdo perfecto. Tipo 22:00 de un sábado de invierno. Nos fuimos “el lote” a tomar unos traguitos a un bar por ahí cerca.

Dentro de la gente, éramos 5 mujeres, de las cuales una niña que pololeaba con alguien del grupo, junto con la mejor amiga, se fueron tempranito. Y éramos como veinte. ¡Glup!

Recuerdo que frente a mí se sentó un tipo francamente estupendo. Como a mí me gustan. Delgado pero no flaco, más alto que yo, muy buena pinta, indiferente con nosotras –a diferencia del montón de jotes que revoloteaba alrededor nuestro- y esos ojos... ufff... ¡no tengo palabras para describirlos!

Me quise hacer la cool y le pedí un cigarro con cara estudiado de semi aburrimiento. Me acercó la cajetilla y cuando estiré la mano para sacarlo, la alejó y mirándome directamente a los ojos, me dijo “un cigarro por un beso”. Y sonrió. Quedé con la mano estirada, me puse roja, y mi corazón comenzó a latir a mil por hora. No podía ser verdad. ¿¿¿Semejante mino me decía eso a MÍ, pobre mortal??? WOW!!!

Desde ese entonces me tuvo rendida a sus pies fácil 2 ó 3 años. Me hacía bromas del mismo tono siempre, y yo siempre me emocionaba a concho, no podía responderle, se me cortaba la respiración... De sólo acordarme me arde la cara nuevamente.

Pero llegó otra tipa al grupo, que le tincó, en un principio. Yo estaba ya enganchada, me dolió que de la nada cambiara sus bromas y afectos de golpe por ella, y me alejé del grupo fácil un año. “Total... hombres hay tantos”.

Una de las niñas de ese primer encuentro era compañera mía de universidad en ese entonces. Así que siempre supe a lo lejos cómo estaba la cosa. Hasta que me enteré –lo que son las malas lenguas- que la niña en realidad no le gustaba al muchacho en cuestión porque era gordita, no era su tipo, dramas varios.

Me la jugué y reaparecí en escena. Con un año más de experiencia (y varios pinches a mi haber en el intertanto cof cof) llegué en gloria y majestad. Él me llenó de halagos y ahora fue la otra niña quien sufrió lo que yo había sufrido antes. Pero me dejé querer y coqueteé descaradamente esta vez. “Total, qué pierdo.” Él me invitó a su facultad –éramos compañeros de universidad a todo esto- como desafío, a ver si “cara a cara” seguíamos con los comentarios comprometedores.

Me las arreglé –tenía prueba al otro día, la irresponsable- y partí. Me senté al lado de unos pilares y saqué cínicamente un libro de cálculo, jurando que estudiaría algo. De repente lo vi llegar con unos amigos a la puerta de la facultad. Miraba constantemente hacia la puerta, donde supuestamente íbamos a juntarnos. Lo espié fácil 20 minutos desde detrás del pilar.

Al final se dispersó el grupo y él volvió a la biblioteca. Ahí tomé aire, me levanté, y lo hablé. Se detuvo y sonrió. Me derretí y me volví a derretir por dentro mientras luchaba por mantener mi cara de cool por fuera.

Me mostró unos textos que estaba estudiando –iba a dar luego su examen de grado- y luego me hizo un mini tour por el campus. A mí poco me importaba el paseíto y sólo esperaba mis 5 minutos para jugármela. Pero él no mostró mucho más interés. De hecho estando los dos solos se volvió más bien bromista pero de una forma ...tímida.

Pasaron tres horas, y partimos a juntarnos con unos amigos a otro bar del lugar. Pedimos unos tragos, y mientras esperábamos, le volvió lo galán delante de la gente. Me abrazó, me tomó la mano y me acercó a su pecho, con sonrisa de campeón. Me puse tan nerviosa –dicho sea de paso, después haberle negado y recontranegado a todos que me gustaba- que me llegué a levantar del asiento y le dije que era suficiente, entre risas nerviosas y mejillas sonrojadas.

Al poco rato el tipo dijo “ya, las ocho, me voy”. “Tan pronto”, pensé desilusionada. Hice un último intento de jugármela y pregunté si alguien quería cigarros porque iría a comprar una cajetilla a un kiosko cercano. “Esta es la mía”, me dije.

Finalmente me quedé con una cajetilla de cigarros que me duraría fácil mes y medio después, y un “chaíto que estés bien”. Envenada, como se dice.

No me comuniqué con él en mucho tiempo más. Incluso me puse a pololear con el ogro en ese período, o sea desconexión total del tema.

Volví a saber de él cuando llevaba un mes justo de pololeo. Ahí, entre broma y broma, le dije, ya sin pelos en la lengua, que lo encontraba absolutamente guapo. Eso desencadenó una especie de confesión por parte suya, donde juró que me encontraba ultra atractiva (¡¡...yo!! ¡¡... YO!!), que le gustaba desde hacía mucho tiempo y que me invitaba a salir, ambos solamente, para probar suerte de una vez y con las cartas sobre la mesa.

Quise matarlo. Quise llorar. Quise gritar por la injusticia. Le dije inmediatamente que estaba pololeando con mi mejor amigo y que lo sentía mucho pero que había pasado su media hora. – A pesar de los consejos de algunas de mis amigas jojojo- Primero no supo qué hacer. Acto seguido, me felicitó. Y entre conversa y conversa me dijo que no le importaba ser “patas negras”, que mi pololo no tenía por qué saber si no le decía.

Me dio una ira atroz. Malditas injusticias de la vida. Sobre todo porque después nos contactamos por teléfono, internet, etc mucho más seguido que todas las ocaciones anteriores en que me había interesado y yo era “soltera”.

Seré mal genio, llorona, arrebatada, lo que quieran. Pero soy fiel como un perro. Así que con el dolor de mi alma le dije que por favor ya no me llamara, no me ofreciera las mil maravillas que debió ofrecerme antes. Que siempre lo iba a encontrar estupendísimo. Que tal vez, si más adelante nos volvíamos a encontrar, ambos sin compromisos...

Creo que una vez más volvió a llamarme. Tipo 3 am como siempre ha sido su costumbre. –Ahhhh!! (suspiro) me encantan los detallitos y las sorpresas como esa- Pero esta vez contestó mi pololo, enojado por la hora. Él colgo y después me mandó un mensaje, diciendo que se había acordado de mí. Incluso me contó que estaba pololeando con una niña que había conocido hacía un tiempo. (¡Plop!)

¡Qué recuerdos más lindos! Realmente espero que le haya ido bien con esa persona. Y espero que me vaya bien a mí también. Ja.

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Histérica

Ando apestada. No voy a negarlo ni a hacerme la light o la buena onda. Tal cual...

Mi perra anda en celo. Su primer celo. Según los cálculos del veterinario, el fin de semana pasado iba a pasar lo más terrible, porque ella iba a estar receptiva y cuanto macho hubiera en kilómetro a la redonda iba a estar en la puerta de mi casa. Ya, filo, total fui yo la que no le quiso enchufar anticonceptivos, así que aperro.

Nos fuimos a la playa, aprovechando el auspicio automovilístico de mis padres que también fueron para allá, nuestro otro perro incluido. Todo super bien. Incluso con el perrito aullando, rasguñándonos la puerta en las noches, y desde adentro del dormitorio mi perrita linda tratando de salir. “Linda naturaleza”, sonreí con ruidito, haciéndome el ánimo, durante esos días.

Pasó esta semana y todo bien. Igual mi perra salió poco porque yo he andado hueveada. Además, los perros eran correteables. Filo. Hoy día –hoy noche- salí al parque como todos los días, vi a un amigo y nos pusimos a conversar. Había una vieja con una beagle y otra con un poodle sicótico que desde que conoce a mi perra se la ha tratado de montar de todas las formas imaginables. Pero como no estaba en celo esas veces, daba lo mismo. No se le ocurrió a mi cabeza de pájaro que esta vez sería diferente.

Llegó un perrito callejero que acababan de botar. De hecho tenía placa con teléfono y nombre: “Tau Tau”. No había bajado con celular así que no pude llamar a los dueños. Se entusiasmó con mi perra y se quedó en los alrededores. Llegó otro perro, mezcla de cuanto perro conozco. También se quedó. Así se quedaron unos cuatro perritos tan desagradablemente amistosos. (No, no amistosos. Asquerosamente hornies.)

De repente miré para el lado. Mi perra estaba a unos diez metros, cola hacia el lado y con el galán mezcla-de-todo listo sobre ella, sin querer bajarse. Corrí como pude y lo saqué. El bicho bailaba en el aire y juraba que estaba teniendo el mejor sexo.

Cuento corto, estuve todo el rato alejando galanes. Hasta que volvió de su paseíto la señora del poodle ninfómano. Sin considerar por un segundo mi situación, dejó a su perro tratando de montar a la mía. Me vi luchando con 3 ó 4 perros más encima, y la vi a ella tan contenta, que me enojé, y le pedí con la poca educación que me quedaba que se corriera con su perro. Haciendo otro tanto, me corrí unos 15 metros, amarrando a la canina, y sentándola a mi lado. Llegó la señora con su cara sonriente a soltar al perrito al lado mío. De hecho su cadena me raspaba la pierna porque el perro más tiraba mientras yo más me corría. La odié, exclamé un enfurecido “¡Me la llevo! ¡No es posible (tanta estupidez)!”.

Llegué al departamento. Desperté al ogro –que anoche no durmió y a las seis de la tarde se desmayó al llegar de mal humor del trabajo- para que me acompañara, y para que se levantara y preparara sus clases para mañana. Volvimos al parque y los perros andaban entusiasmados aún, pero llegó un amigo que tiene un pitbull y los espantó. Lo amé. Pero el pitbull tratraba de montar mi pierna, a mi perra, la pierna del ogro, a mi perra de nuevo... Uff.

Me senté, agotada, en una banca. Se sentó el ogro a mi lado con la perra mal afirmada con la correa. Un integrante del fans club perruno estuvo a punto de montarla y el ogro por supuesto no hacía nada. Le dije, ya francamente molesta y cansada, que alejara al perro con el concho de buena educación que me quedaba. Él no encontró nada mejor que tildarme de histérica frente al dueño del otro perro, reírse en mi cara y no hacer nada.

Pasó un rato en el que lo único que quería era venirme para el departamento. Tenía rabia y mucha pena. La maldita palabra retumbaba en mi cabeza. Histérica. Histérica. Histérica.

Nos despedimos al fin del dueño del pitbull y nos vinimos. El ogro me enreda las piernas con la correa de la perra y trata de cortarme el paso, haciéndose el simpático. Lo corté con una frase dura, y entré por fin. Él, como cada vez que hace una estupidez y no quiere pedir perdón, se fue a dormir taimado, sin decir una palabra. Como ya es habitual, estoy aquí frente al computador con ganas de llorar y de perderme en el infinito. Seguramente mañana habrá otra flor de quinientos pesos chorreando mi teclado.

A veces me cuestiono seriamente si esto es lo que llaman amor. Porque no lo parece.

Estoy tan cansada...

Fideos para dos

00:44. 23 de Septiembre.

Hace un año exacto mi primera cachorra estaba agonizando en la casa. Tres horas después estaba enterrada en el patio y yo tenía un dolor que en mi vida había sentido. De esos que llaman dolores del alma. Imposible dejar de mencionar algo que para mí marcó tanto. Lilo, siempre vas a estar en mi recuerdo...

Hace cosa de quince minutos estaba en la cocina. Revolví entre el desorden, saqué unos platitos limpios, servicios y una olla piola. Herví agua y cociné de esos fideos de 3 minutos que salvan muchas vidas estudiantiles, je. Para ser más exactos, dos porciones de fideos. Luego, abrí una lata de lomitos de atún en agua para acompañar. Algo livianito para la noche, considerando que sólo había comido unas papas fritas a media tarde y que él no había comido nada tampoco.

Sentí pasos en el pasillo y cerré la puerta de la cocina. No quería que el ogro –ya no más “Fulano”- viera lo que estaba haciendo. No era gran cosa pero quería darle una sorpresa, porque hacía poco habíamos tenido de aquellos encantadores roces que terminó con él viendo tele en la oscuridad del living y conmigo en internet buscando algún perro, que le prometí hace días a mi hermano.

Partí a la cocina. Mientras terminaba de sasonar los fideos, sentí pasos al fondo del pasillo. “Qué bueno, se volvió a los computadores. Se le tiene que haber pasado”. Tomé los platos con algo más de ánimo –hoy fue un día de mierda- y cuando llegué a la “oficina”, la vi vacía. Se había acostado sin decirme ni una palabra. Y me quedé por supuesto con los platos calentitos, humeando aún.

Automáticamente le dejé su plato en su escritorio, como si el tipo fuera a levantarse y a comer tan contento, y me serví el mío. Los fideos estaban a punto, los condimentos y la combinación con el atún le daban un saborcito especial... pero por algún motivo había un sabor amargo en cada cucharada. Me siento podrida. Super incomprendida, y cada vez menos querida...

Rebobinemos.

Hoy, como siempre, no me levanté para ir a la universidad. A estas alturas ya ni la alarma pongo, ni mucho menos me preocupo de “la ropa para mañana”. Soñé puras tonteras durante una semisomnolencia que no me proporcionó descanso. Desperté más cansada que antes de acostarme. Luego de estar en el pc no sé cuánto rato –a veces abro los ojos y han pasado horas- llegó el ogro, rabioso pero contenido, de la pega.

Le señalé una caja de papas fritas con pollo para que se calentara de almuerzo tardío, mientras me envolvía en una frazada a ver tele en el living. Definitivamente me sentía pésimo. Pero como él jamás respeta mis momentos “conmigo misma”, tuvo que tirarse arriba mío, pincharme como mil veces con sus dedos en los brazos, la espalda, etc. a pesar de que otras mil veces le he pedido que no lo haga, y al final como no entendía que yo quería tranquilidad, le hice un comentario duro, "a pito de nada". Se calmó por fin. Sí, se enojó. Se fue a los computadores.

No lo pensé un momento y me acosté. No quería saber del mundo. Ni siquiera tuve ánimo de bañarme o sacar a mi perra a pasear. Mucho menos iba a estar aguantando al ogro mal genio por causas que no tienen nada que ver conmigo. Lo siento, son esos días en que el mundo me supera y me gustaría alguien que de verdad se preocupara para conversar.

Se fue a tirar encima mío a la cama de nuevo. No dije nada, no valía la pena. Pero me corrían las lágrimas que iba absorviendo la almohada. Sólo al sorbetear, ya muy necesitada de pañuelos desechables, él se dio cuenta de que me sentía mal. Cómo no, comenzó una de aquellas conversaciones... “¿No vas a ir más a la universidad, verdad? No te exijo que lo hagas, pero hazlo por ti. Sólo quiero que me quieras. –sonrisa con ruido- Aunque para el proyecto de vida que necesito, requiero alguien profesional porque con mi puro sueldo no me va a alcanzar. ¡En todo caso no necesitas estudiar para ganar un sueldo! Pero necesito saber que quieres tener estas metas conmigo...”. Nuevos sollozos sobre la almohada, y un “basta” en mi garganta que jamás llegué a decir. ¿Qué saco? Si deben ser puras verdades. Suyas, pero verdades al fin y al cabo.

Mi única verdad en este momento es que quiero morir. Mal que mal no pedí nacer. De hecho fui de esos niños-condoro. Hasta pensaron abortarme pero no sucedió tal. Ahora quiero desvanecerme. Qué ironía, ¿no?

El ogro continuó su discurso por supuesto. “Piensas en ser abogado y te da lata verte vestida de trajecito encerrada en una oficina. –Touchè- Te pasó lo mismo con Ingeniería Comercial. Ambas, actividades muy lucrativas. Pero no quieres ser ni lo uno ni lo otro. A ti te gusta la la vida del veterinario. ¿Por qué no estudias veterinaria...?”. En este momento dejé de escuchar lo que me decía y una pequeña luz se abrió sobre mi cabeza. Uno de mis secretos mejor guardados es que me nació una vocación tardía pero muy intensa por los animales, sobre todo al poder convivir de cerca con ellos. Pero me invadieron mil miedos. Oí en mi cabeza a mis profesores diciéndome lo tan humanista que siempre he sido. Cómo botar otra carrera más, tradicional y en una de las mejores universidades del país, beca y crédito de por medio. Que tenía promedio 7 en todo menos en biología, y química, uno de los fuertes de veterinaria. No sería correcto siquiera pensarlo, ¿verdad?... ¡¿verdad?!

Al final el ogro me convenció de mandar a todo el mundo a la cresta. “No estudies por los demás ni te dejes influir, porque cuando uno está a las 4 de la mañana con puras ganas de acostarse y debe seguir estudiando, esas personas no estarán quemándose las pestañas contigo. Te veía de excelente empresaria o abogado, pero si esto te hace feliz, veré si se puede pagar un cambio de carrera. Total, te atrasarías un año más. Este que no hiciste”. Algo de razón debo haberle encontrado, porque busqué en internet y mandé mis datos. Fulana de Tal, PAA y PSU rendidas, con ponderaciones sobre 740, y notas de la Media 6,6.

Quienes me conocen saben que ya estudié dos carreras antes. Le rejuraba a todo el mundo en cada una de las oportunidades que era lo mío. -Quise convencer a mi inconciente- Mi puntaje y mis notas de niña matea me respaldaban. No sé qué pasó entre medio. Mi sicólogo dice que he estado buscando distintas formas de protección, tanto en las artes marciales, mi forma de ser, y otras tantas cosas. Las carreras son parte de este círculo vicioso supuestamente. Ingeniería Comercial me daba un bienestar económico que me brindaba seguridad. Derecho, aun cuando no me fuera tan rentable, me daba herramientas para protegerme de cualquier cosa judicialmente. Pero eso no significaba que me gustaran.

Además, ¿qué cresta haría yo en veterinaria? (... tantas, tantas cosas. Amo los animales, y me nace una vocación de servicio imparable con ellos...) Si ya me miraba raro la gente cuando sabía que me había cambiado de carrera y de U, ahora no sé qué vendría. No quiero tener que verle más la cara a nadie. No quiero seguir dando explicaciones. Quién sabe qué terminaré haciendo. Según el ogro, la idea de tirarse del 8vo piso no es factible. Lástima.

Finalmente las dos personas que iban a regalarnos perros para mi hermano se retractaron con excusas baratas.

Se me deshincharon los ojos y los labios, y ya boté el montón de confort lagrimeado del piso.

El plato de fideos con atún se enfrío finalmente, al lado de la cama del ogro que ronca tan tranquilamente. El mismo ogro que dice no poder dormir cuando estamos peleados.

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Novedades

6:16 am del Viernes 10 de Septiembre.
Hoy día vinieron mis viejos a visitarme con mi hijo canino menor. El veterinario venía durante la tarde a sacarle un examen de sangre para comprobar que estaba todo ok. También nos informó que la hembra está “entrando en celo”. No pude dejar de sentirme extraña, transitivamente, por ella.

Sacamos a pasear a los peludos un rato al parque. Se siente super distinto pasar de andar con una hembra regalona, de tamaño medio y amistosa a andar con un macho grandote, más “guardián” y dispuesto a pelearse con quién sea fieramente por uno. Supongo que es casi la seguridad –y por qué no, el enfermo “poder”- de tener una especie de arma.

Nos encontramos con otras personas que habitualmente pasean a sus perros en el parque. Tratamos de ver si un pitbull se llevaba bien con nuestro perro, pero luego de olfatearse, se odiaron. A los segundos después, mientras la gente, acostumbrada a vernos con la hembra, nos felicitaba y se sorprendía de ver al que conocieron como cachorro convertido en todo un “magnífico ejemplar”, llegó un tipo conocido con su perro, relativamente similar al nuestro. Me dio lata porque nos vio desde lejos y se acercó igual, cuando es sabido por todos que su perro es agresivo con hembras y más aún con machos. Su cara era de clara incredulidad, porque hacía tiempo no veía a nuestro perro y la vez anterior el suyo había sido el más grande, el más fuerte.

Me puse alerta porque efectivamente al acercarse y olfatearse los perros, comenzaron a ladrar fuertemente mientras enseñaban los dientes, furiosos. Me dio rabia porque este tipo siempre ha podido controlar al suyo, y ahora entre risitas pseudo-nerviosas simulaba no poder sujetarlo bien. Por su parte Fulano, quien bajó conmigo al parque, tampoco retrocedía con el nuestro; vi en su rostro que se sintió desafiado, y no iba a retroceder. Creo que si ambos hubieran podido meterse dentro del cuerpo de los respectivos perros y se hubieran podido trenzar en tamaña pelea, lo habrían hecho.

No lo pensé, -no suelo pensarlo mucho cuando se trata de mis hijos caninos o de mi familia- y me puse en la mitad de los dos perros, ordenándole a ambos "contrincantes" que retrocedieran con ellos. Mal que mal no tienen la culpa de que sus amos no nos llevemos bien. Finalmente todo terminó con el inútil intento de probar que el perro del tipo era el más grande. Guardé silencio. Los hechos hablaban por sí solos y la gente que estaba ahí en el minuto lo tenía claro también. No pude evitar sentir un dejo a triunfo sobre el eterno burlón ahora derrotado.

Me estuve entreteniendo más de lo que quizás era lógico con los pensamientos sobre nuestro hermoso perro. No quería pensar mucho más. De hecho hablé trivialidades con Fulano cuando volvimos a la casa. Incluso me puse a ver Robotech, una serie de dibujos animados gringos. Hasta que murió uno de los personajes. Y ya no pude seguir negando más el tema en mi cabeza.

Antes de salir a pasear al parque, cuando recién llegaron mis viejos, mi vieja saludó, se sirvió bebida y me contó las novedades. El médico llamó de urgencia a mi madre a su consulta. Unos exámenes salieron malos y debe operarse. “Esa cosa al cuello del útero... al interior”, nos dijo, indicando su estómago, “pero no hay de qué preocuparse porque el doctor dijo que ella tiene un 100% de probabilidades de quedar bien porque se detectó el asunto a tiempo. Y en la familia no ha habido casos de... Ella hasta está muy tranquila, y es algo ambulatorio”. La palabra que nadie quiso decir es cáncer. Me costó hacer click en mi cabeza, y me sentí culpable, tan culpable...

Quizás fue miedo irracional a esa sensación que pensé ya olvidada. Como cuando me dijeron que mi primera cachorra estaba algo extraña, así que le mandaron a hacer unos exámenes de rutina. Tres días después estaba enterrada en el patio de mi casa y yo me había quedado sin una compañera inseparable, prácticamente una hija, que me brindó en esos cuantos meses lo que muchas personas no me habían brindado en años. Supongo que para quien lea esto será difícil de entender. Pero sólo es.

Miles de imágenes pasaron por mi cabeza a mil por hora. Vi a esa mamá siempre tan distante y con la que nunca tuve comunicación ni confianza, llorando. Ella siempre ha sido tan buena para llorar, por qué no ahora... Pensé en mis hermanos. ¿Los volvería a ver si ocurriera el peor de los casos? No creo, y no iría a visitarlos. ¿Tener que encontrarme con ese asqueroso...? No. Definitivamente no. “Ya, suficiente”, pensé, mientras un estremecimiento recorría mi espalda.


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Métetetuplataporla---

Plata, plata, la puta plata. No compra la felicidad pero sin ella no puedes pagar un arriendo ni cuentas varias, comprar comida, o vestirte decentemente.

Todo empezó cuando salí con la bendita frase: “-Necesito plata... Veinte lucas, por fa”. El resto fue como una reacción en cadena. La cara de dolor de estómago y de cansancio, y el meterse a internet para sólo confirmar que seguramente volveremos a gastar más de lo que tenemos fueron instantáneos:
-"¿Y para qué?"- preguntó mientras se desparramaba en la silla del computador.
- "Bah, yo sabré."- contesté con una sonrisa y ganas de jugar, sin haberme percatado antes de las señales ya descritas que de golpe se hicieron tan evidentes.

¿Qué quería que le dijera? ¿Que recordé las mil veces que hemos llevado un plumón a los sofás del living cuando vemos tele porque nos da frío, y que por eso le mandé a hacer una frazadita abrigada con sus colores favoritos que se convierte en cojín, y que de paso ayudamos a una amiga que necesita plata?

Pero como dice Papelucho, cuando uno espera una catástrofe no pasa nada y cuando uno espera que lo feliciten queda la escoba. Así no más es. ¿Habrá sido pariente de Murphy?

Yo, la muy bruta, continúo enfrascada, sin pescar mucho: -“Encontré en internet unos tipos de Vitacura que venden más barato el alimento de los perros. Casi diez lucas más barato el saco de 15 kilos. Estoy pensando en comenzar a ahorrar, sobre todo si vamos a comprar la cachorra para el verano...”
- “Tú estás muy embalada con el asunto de la perrita y no has considerado que quizás no podamos comprarla, ya sea porque no nos alcance, o porque los vecinos del edificio nos hagan algún otro escándalo por la Tita. ¿Se te ha olvidado que mis meses de “vacas flacas” son en el verano?¿Qué recién ahí voy a saber qué me espera en marzo?"- se atragantaba hablando a todo escape.
- “Sé perfectamente lo que se viene. Sé perfectamente lo que habíamos conversado sobre la cachorra”- me empecé a picar maldisimuladamente- “Sé también que, aunque no la compremos, necesitamos ahorrar plata, porque como va la cosa, seguramente te van a echar de la pega. ¿Acaso mi pecado es querer ahorrar unos pesos?”.
-“No, si está bien”-se suavizó el ogro- “Es que sé que no has considerado que un perrito es comida cara, vacunas... ¡Uff! Además, ¿Has cobrado el cheque que te dieron el otro día? ¿Vas a ir? ¿Alcanzas a ir? ¿...Vas a querer ir?”- subió el volumen de nuevo.

Me sentí super mal. ¡Claro que hace días vengo pensando que el verano se acerca! Que en vez de ser la época de vacaciones agradables, se nos vienen preocupaciones económicas. Cómo será que ni siquiera me pude ir a la playa todos los días que quise a la casa de mis viejos para el verano pasado, y que partí el año sin querer hacer nada porque no descansé nada.

Todavía no empiezo a hacer nada. Y es Septiembre. ¡Qué cresta!

Se fue a trabajar. Volvió al rato. No le habían pagado. Nuevo encontrón por el tema del cheque que no he ido a cobrar. Terminó con un “Tú sabrás si cobras el cheque o no. No tengo plata para dejarte. ¡Tú te las arreglas!” y un portazo que retumbó en el edificio completo.

Todo este show por querer tener otra perra, y por haberle mandado a hacer la frazada que pensé que tanto le gustaría. ¡No quiero ni pensar qué va a pasar cuando sepa que mandé hacer un cobertor para la cama con un juego de sábanas!... ¡Baaah! ¡A la mierda!

No puedo dejar de recordar a mi vieja cuando se queja, desde que tengo uso de razón, del mal genio de mi papá. Pensar que siempre lo compadecí por aguantarla y a ella la idioticé en mi mente por no entenderlo, a él, mi papito lindo. Voy a pasos agigantados a convertirme en otra integrante de las “mujeres alteradas”. A lo Maitena. Y sin anestecia.

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Bah!

Quiero morirme. Es en lo único que pienso hace demasiado tiempo. No quiero bañarme, lavarme el pelo ni mucho menos cortármelo aunque ya me hace falta porque parezco vieja desgreñada.

No quiero ir a la Universidad más, no quiero estudiar ni “ser alguien”. No quiero tener que hacerme cargo de nada, mucho menos de una casa o de una pareja, porque ni siquiera soy capaz de responsabilizarme por mí misma. ¿En qué momento se me hizo tan imposible trasladarme hasta la U? ¿En qué momento dejé de querer sacar una carrera y me dio lo mismo tirar todos mis sueños a la borda? ¿En qué momento me dio lo mismo terminar mi terapia con el sicólogo siendo que debe ser tan necesaria?

El problema es que ya ni siquiera me dan ganas de volver al pasado. Lo encuentro todo tan malo... Por ejemplo ahora estoy escuchando Los Tres, y se me viene a la mente uno de los que fueran mis recuerdos favoritos, pero lo único que me produce es una mueca triste, cuando antes me emocionaba y me hacía sonreír.

¿Alguien se habrá dado cuenta de que con pena es más fácil cantar? ¿Que el cototo de la tristeza en la garganta ayuda a la afinación?

Pobre Fulano, durmió en el sofá todo incómodo anoche. Debe haber pasado frío y debe dolerle tanto la espalda. Me siento una desgraciada. Soy una desgraciada.

Tengo ganas de ir a la casa de mis viejos y no preocuparme de nada. Tomar el solcito. ¿Y de qué me serviría? Mi casa se está convirtiendo en un lugar para visitar los domingos, porque mi vieja se pone tan rara de repente que más me conviene quedarme acá en “mi cueva”. Ni siquiera ir a ver al Vasco me anima, y eso que tengo que bañarlo, etc.

La pobre Tita me hizo guardia anoche toda la noche. Me langüeteaba, se acomodaba, se levantaba a mirarme cuando suspiraba... como dormí pésimo anoche. Y yo, la muy sangrona, hice dormir mal al resto.

Voy a pedir hora al médico. Estoy pal gato. “Piensa en tu madre y déjate caer... la vida es imprecisa, déjate caer... Entonces abre la ventana y tírate.”

Comentarios a... no, no quiero comentarios de esto.





Amiguis

Cada vez que leo el blog del Nico me inspiro para escribir algo. Esta vez no tengo muchas ganas de nada. Por otro lado, dicen que la práctica hace al maestro, así que aprovecho además de soltar un poco la mano... o el teclado, en su defecto. A ver qué saldrá de un cóctel de Manquehuito frutilla, la discografía completa de Jamiroquai, incienso de algún olor desconocido pero grato y la estufa a todo chancho a las 3:00 am de un viernes...

Hace ya días que estoy durmiendo mal y que sueño puras tonteras. No entraré en detalles con dichos sueños porque algunos son demasiado freaks incluso para mi loquero –al que planté esta semana-. Uno en particular me llamó la atención. Era una fiesta en mi casa para celebrar mi cumpleaños. Entre los invitados estaban muchas de las que fueron mis compañeras de colegio, y particularmente, “el grupo” de mi curso, esas amigas con quienes pasaba largas horas de mi jornada escolar. En el sueño me sentía más observada que acompañada. Me sentía contenta, pero incómoda.

Me levanté toda desaliñada al baño al despertar, y cuando vine a abrir los ojos por completo, estaba frente al computador revisando mis mails. No alcancé a intrusear mucho cuando, de pronto, se abre una ventana de MSN –una de esas mensajerías instantáneas por internet- y me habla una de las niñas del “grupo” ya mencionado, con la que hace mucho tiempo no cruzaba una palabra –o como se estila ahora, “una línea”-. Me cuenta que una de las ex compañeras del curso será madre pronto, que ella por su lado está bien y que hará un carrete el weekend en su casa. -“¡no puedes faltar, invité a las chiquillas!”. Una fiesta con ellas, igual que en mi sueño. Me sentí contenta de que se hubiera acordado de invitarme. Contenta, pero incómoda.

Antes siquiera de terminar la conversación decidí que no iría.

Hace un rato estaba leyendo un mensaje de un foro en internet. Un tipo y su polola fueron invitados por una vieja amiga, que hace cuatro o más años no veían, a su cumpleaños, luego de encontrársela casualmente. La polola estaba super contenta y quería ir sí o sí. Él estaba enojado porque la amigui en esos cuatro años no pensó llamar, mandar un mail, ni mucho menos dignarse a aparecer. -Dicho sea de paso, la mayoría de los que respondieron a este mensaje en el foro, le aconsejaron que fuera a tomarse unos copetes gratis y no se hiciera mayor problema-.

Ni siquiera alcancé a racionalizarlo mucho. Sólo sé que la historia de la amigui me dio rabia. Me recordó ineludiblemente mis años de colegio con estas compañeras que nos jurábamos y rejurábamos amistad eterna, con las que teníamos un cuaderno comunitario para compartir nuestras travesuras, enojos y dramas, y haciámos corazoncitos de colores con nuestros “amados” de turno. Finalmente cada una quedó en una carrera distinta, y cada una comenzó su camino distinto. Cada vez se espaciaron más las visitas y las llamadas. Incluso ni mails nos mandábamos ya.

Quién sabe qué será del cuaderno.

Sólo he visto a una de las cuatro o cinco que éramos en esa época porque la he invitado en dos ocaciones –lo reconozco, me sentí algo responsable de que no nos juntáramos ni a tomar un café- a conocer los dos departamentos en los que he vivido en el último tiempo. Solemos conversar de lo poco que avanzo estudiando, de mi peso y el suyo, de mis supuestos problemas de pareja y sus supuestos consejos. ¿Contenta? ...pero incómoda.

Después de reflexionar todas estas cosas, y con este mismo teclado, respondí en aquel foro al tipo de la amigui del cumpleaños. Le dije que no valía la pena tanto drama por gente que aparecía tarde mal y nunca. Que realmente no se preocupaban por uno.... que uno tampoco se preocupaba ellos, y que al final esa no me parecía una amistad. Terminó siendo más una catársis para mí misma que una respuesta para el internet-boy, debo reconocerlo. Qué loco. Algo se aflojó en mi interior y me sentí más liviana de haber echado eso fuera. Contenta, y por fin cómoda.



PD: Se me acabó justito el incienso, del Manquehuito me quedan dos sorbos, la música de Jamiroquai no está mal pero no voy a invertir mi plata en sus discos y apagué la estufa porque me dio calor. Buenas noches.

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7 pecados capitales

Jugando a ser semidiós en mi pequeño mundo. Siguiendo una de esas ideas que se tienen durmiendo. Señores, he aquí los Sinners Awards Invierno ´04. Enjoy... if you can.

AVARICIA:

Mi Fulano amado, no seas tan avaro con... you know what... sabes que compartirlo tiene su gracia y aprovechas de hacer ejercicios. Ayuda al mantenimiento cardiovascular. Esta redactora ladra pero no muerde. Menos comics y más... Guau, Guau.


ENVIDIA:

“Amiguita”, nos vemos tarde mal y nunca, después que nuestros rumbos tomaron caminos distintos hace unos añitos atrás. Supongo que no volveremos a vernos en un largo largo tiempo después que se te descompuso la cara cuando viste nuestra nueva casa. Como vez, logramos equiparnos bien. Por último disimula y di "está lindo". Estás perdiendo tu toque...

GULA:

Who let’s the dogs out... raof-raof-raof-raof”!! Deja las formalidades y “señoriteses” con nuestro guapo amigo y deglútelo de una vez, ñam ñam. “I wanna be your cowboy” se llama tu tema. Aunque sin cowboy lo pasas chancho igual. Por goloza, you win!

IRA:

Claudio. (No, el otro Claudio). Nunca había visto tanta risa y tanta ira a la vez en una persona. Eso que supuestamente los piscis somos los megaemocionales. Si le tuvieras tanta paciencia como le tienes amor a tu señora serían la pareja perfecta. Tan buena onda pero taaaaan enojón. Así que sin dudar te ganas el premio al más airado de mis conocidos.

LUJURIA:

Loca-como-tú-sola Pamelita Andrada. Esta “nominación” es casi un homenaje a la persona que más goza –o mejor dicho desea gozar- a toda hora con la líbido que existe en este tórrido mundo. Tus amigos del parque damos fe de tus constantes y tan explícitos testimonios. Cheers!

PEREZA:

No podía faltar esta sssservidora en los Sinners Awards Invierno ’04. Recuerden que mi adorable loquero me disgnosticó narcismo, hehe. Soy el ser más despreciablemente flojo del planeta. Básicamente mi único deber es ir a clases y sacarme la mugre estudiando, pero poco me arrugo para no mover un dedo. Yo, de ser someone else, no me imitaría en este momento. A ver si cambio a un pecado capital menos vergonzoso.

SOBERBIA:

Para una de las pocas personas ante laa que no me arrugo para decir que es only shit. Entiende que no juega a tu favor que insultes a gente mayor que no pueda defenderse. Mantén tus sucias manos alejadas de las menores de edad y de las mujeres de los prójimos. ¿Sigo...? Padrastrito nada-de-querido... canjea el premio por una ducha bien helada... ¿El Ubicatex? Es gratis!

AMEN!!

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Y diceeeee...!!

Hoy la cosa está más positiva –y eso que ni me he tomado mis remedios famosos. Irónica% cuando mejor estoy es cuando no me los tomo jojojo- así que decidí actualizar mi blog.

Después de conversar con Fulano, me convenció y partí a la U echándome al bolsillo mis sustos. En el camino con la conversa –sí, me fue a dejar- ni me acordé, y cuando recordé que estaba en el centro mismo de la vorágine, ya estaba muy instalada en la sala.

El profe vomitó materia y muchos no alcanzábamos a anotar. Por otro lado había varias personas que se ven de mi edad, que incluso venían apareciendo el mismo día que yo (cof cof). La gente era amable, y todo se desarrolló con tranquilidad. Salí contenta de la cátedra, a pesar del sueño y las dudas iniciales.

Terminó el ajuste de ramos. Al principio me choreé porque me quedó la ensalada misma. De pronto volví a mirar mis ramos y encontré interesante la mezcolanza, porque tengo cátedras de varias áreas. Más relajado, menos concentrado. Más “colegio”, ¿menos presión? I hope so...


Decidí mandar a la cresta –no se me espanten por el vocabulario de egresada de colegio de señoritas, je- a la gente desde la siquiatra de la U hasta la última de las voces anónimas que querían opinar sobre lo que yo podría o debería hacer. He decidido jugármela y punto. Tiene un gustillo liberador el asunto.

Incluso en este efusivo arranque, accedí a los a estas altura ruegos de Fulano para comprarme unas flamantes zapatillas Sketchers –en un foro de internet leí que una chana se caracterizaba por usar Sketchers... Las mías son plomito con azul marino, enteras piolas, cómo que picantes!! jaja- y me abastecí de polerones. Me faltó puro cortarme las mechas. Aunq hoy con mi super alisado casero quedé absolutamente “tok”. Vamos que se puede.

Son las dos de la mañana. Había calculado acostarme a esta hora para levantarme a las diez. Pero calculé mal porque ENTRO a las diez a clases. No importa. Me levantaré de buenas ganas de todas formas. Además capaz veo a mi amiga en la tarde, así que mejor aún. ¿Quién dijo que la gente con depresión no podía ser positiva...? ¬_¬’’

(Pd: No sean tímidos y dejen comentarios. Así voy a creer que lo leyeron todo hehe)


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